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6 de enero – Epifanía del Señor

Sigamos tambien  la estrella 

Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo». Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén…. Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones, oro, incienso y mirra. Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino. Mt 2,1-12

Fue grande el estupor con el que , durante el año 2000, al contemplar en el cielo un cometa que atravesó el cielo.  Es hermoso alzar la vista hacia el firmamento, mirar alto, porque significa estar deseosos del infinito que está dentro del hombre. En los demseres creados, como los cristales, las flores o los animales, este deseo se manifiesta como una tendencia  natural hacia la perfección, hacia la forma más bella.: un flor que se inclina hacia el sol, para recibir su luz que hace brillas¿r sus colores, al gato de la casa que hace brillar su pelo.

El hombre para elevarse a la perfección, no puede limitarse a formas bellas; debe hacer un camino esiritual.. Como los Magos él tiene que dejarse guiar por una estrella, que al final del viaje lo llevará al Señor: y ese será el lugar de la adoración. En nuestra sociedad hay mucho smog, no sólo atmosférico, que nos impide ver las estrellas, sino también aquél que sofoca nuestro deseo de infinnito que hay en cada uno de nosotros, y si tal aspiración no viene realizada en los horizontes de la fe, entonces se buscan otros horizpontes. Hay la tendencia de ir más allá, a no aceptar nuestros límites, que el hombre debe superar. Ante las limitaciones del pecado, se puede superar con la oración, o si no declarando que todo es lícito; en los dos casos se irá siempre más allá, o en el degradarse o en elevarse. Por tal motivo, aquellos padres de familia que escogen no proponer a los hijos un camino de fe, los exponen al riesgo de toda clase, como nos demuestran las crónicas. En estos días, durante una reunión en la Universidad Católica, una colega mía ha confirmadpo sin saberlo, estas reflexiones. Ha dicho de estar desanimada al constatar que los jóvenes de quienes se ocupa, en la comunidad de recuperación que ella coodina, se comportan commo si quisiera ir más allá de sus propias transgresiones. Y ha concluido desconsolada: “¡Así ya no hay límite a mal!”. Concientes de este riesgo, pedimos al Señor la fuerza y el entusiasmo para proponer a los jóvenes otros caminos hac 

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