ESFS120

XXVIII semana del Tiempo Ordinario – Domingo

Jesucristo es la verdadera sabiduría 

Cuando se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?». Jesús le dijo: « …. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre». El hombre le respondió: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud». Jesús lo miró con amor y le dijo: «Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme». El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.  Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: « ….Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios». Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?». Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: «Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible».  Mc 10,17-27

Hace unos diez años Jorge Torelli publicó el libro intitulado “Da rico que era”, que yo leí todo en una noche. En él se narra la historia de Marcelo Candia, un industrial milanés que, como buen empresario, a cierto punto ha pensado de vender el negocio y, con el dinero obtenido, construir una leprosería en Amazonia. Algún año más tarde hemos tenido la ocasicon de escucharlo, cuando en nuestra Saronno, dio una conferencia para contar su historia y la nueva vida que había abrazado. Era un hombre feliz, satisfecho de haber vendido todo para dar lo a los pobres.

Entramos ahora en esta página del evangelio y encontramos la figura de un hombre rico, pero inquieto, porque todo lo que tiene no llena su corazón. Jesús, entonces, movido por la compasión, le sugiere hacer lo que dos mil años después habría hecho el Dr. Candia. Si el hombre fue creado para ser feliz, nos preguntamos a la luz de estos dos episodios, qué cosa sea o en qué cosa resida la verdadera sabiduría. Debeos concluir que ella se esconde en la capacidad de dar y de darse. Esto parece ser el secreto de la felicidad, y llega a la cumbre más alta en Jesucristo que, por nuestra salvación, ha dado su vida en la cruz.

Dice Pablo:  «Mientras los judíos piden milagros y los griegos van en busca de sabiduría, nosotros, en cambio, predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos, pero fuerza y sabiduría de Dios para los que han sido llamados, tanto judíos como griegos»(1Co 1,22-24). Existe de hecho una sabiduría que brilla en el gran libro de la naturaleza; existe también la que viene de la cultura y de la ciencia; existe la sabiduría que se extiende a través de la historia, de la cual son riquísimas las Sagradas Escrituras; pero ninguna de ellas llena el corazón del hombre. La verdadera sabiduría no depende del saber, del entender o del poseer, sino más bien en aquella que nos ha mostrado Jesús, dándose en sus revelaciones, en sus milagros y sobre la cruz; Él es la “sabiduría de Dios”. Pero para nosotros, hombres del Nuevo Testamento, que vivimos en el tiempo de la Iglesia ¿dónde está la verdadera sabiduría? Está en el Espíritu Santo y en su infinita capacidad de revelarnos el misterio de Cristo, permitiéndonos de ver con ojos diferentes de los libros de la creación, de la cultura, de la ciencia, de la historia y de las Sagradas Escrituras. El sabio es el hombre espiritual; pero cuando se trata de pasar de la sabiduría a la felicidad, el secreto se esconde también en nuestros días en la capacidad de dar y de darse como en cada instante Dios se dona a la persona del Espíritu Santo.   

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