ESFS094

II semana del Tiempo Ordinario – Domingo 

Rabbí, ¿dónde vives?

Al día siguiente, estaba Juan otra vez allí con dos de sus discípulos  y, mirando a Jesús que pasaba, dijo: «Este es el Cordero de Dios».  Los dos discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús.  El se dio vuelta y, viendo que lo seguían, les preguntó: «¿Qué quieren?». Ellos le respondieron: «Rabbí –que traducido significa Maestro– ¿dónde vives?».  «Vengan y lo verán», les dijo. Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Era alrededor de las cuatro de la tarde.  Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro.   Al primero que encontró fue a su propio hermano Simón, y le dijo «Hemos encontrado al Mesías», que traducido significa Cristo.  Entonces lo llevó a donde estaba Jesús. Jesús lo miró y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas», que traducido significa Pedro.  Jn 1,35-42

Fue después de la cena de Nochebuena del año 1961 cuando por primera vez construímos juntos nuestro primer pesebre. Es una fecha que no podemos olvidar, porque fue el comienzo de nuestra vida de pareja; así como Juan, en el Evangelio de hoy nos recuerda que «fue a las cuatro de la tarde», cuando él y Andrés encontraron a Jesús de Nazaret y le preguntaron: «Rabbí, ¿dónde vives?», y lo siguieron. Ese día cambió sus vidas, como habría sido también para nosotros aquella noche del 1961. Los dos discípulos, fulminados por las palabras imprevistas de S.Juan Bautista: «He aquí el Cordero de Dios», fueron enseguida conscientes, de manera que no hicieron a Jesús preguntas triviales o de circunstancia, como sucede cuando no se tienen claras las ideas, sino que le preguntaron inmediatamente: «Rabbí, ¿dónde vives?». Es la pregunta que se plantea desde hace dos mil años cada persona que ha aceptado el mensaje del Evangelio. Y también nosotros, en el curso de los años, hemos preguntado tantas veces  : «¿Dónde vives hoy, Señor?… ¿Dónde está tu casa ?…. ¿Dónde puedo encontrarte?…¿Dónde está el lugar de tu privacidad, para vivir y crecer en comunión contigo?».

A estas preguntas el Señor ha dado cada vez respuestas diferentes, según las necesidades específicas nuestras de cada momento: «Me podéis encontrar todos los días en las Sagradas Escrituras, en la Providencia, y en los sacramentos de la Eucaristía y de la Reconciliación». Pero en los últimos tiempos, tal vez porque tenemos que entrar en esta convicción, su respuesta más frecuente es: «Mi residencia está en los pobres.» Meditando, pues, este misterio, nos dimos cuenta de que Él vive en cada persona, porque cada hombre tiene su pobreza, aunque algunos nos conmueven y nos atraen, y otros,al contrario, nos indisponen.  

Danos, Señor, en esta época de globalización y de migración, la gracia de  poder encontrarte en la pobreza de los hombres, no sólo cuando los veremos incomprendidos,enfermos, sin trabajo, hambrientos, sedientos, desnudos, solos, sin hogar o en prisión, pero incluso cuando los hallaremos violentos, usurpadores, acaparadores y egoístas, ya que estos son los más pobres entre los pobres.

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