ESFS079

Semana Santa – Domingo de Palmas

Jesús cena con Simón el leproso   

Faltaban dos días para la fiesta de la Pascua y de los panes Acimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban la manera de arrestar a Jesús con astucia, para darle muerte. Porque decían: «No lo hagamos durante la fiesta, para que no se produzca un tumulto en el pueblo».  Mientras Jesús estaba en Betania, comiendo en casa de Simón el leproso, llegó una mujer con un frasco lleno de un valioso perfume de nardo puro, y rompiendo el frasco, derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús. Entonces algunos de los que estaban allí se indignaron y comentaban entre sí: «¿Para qué este derroche de perfume? Se hubiera podido vender por más de trescientos denarios para repartir el dinero entre los pobres». Y la criticaban. Pero Jesús dijo: «Déjenla, ¿por qué la molestan? Ha hecho una buena obra conmigo. A los pobres los tendrán siempre con ustedes y podrán hacerles bien cuando quieran, pero a mí no me tendrán siempre. Ella hizo lo que podía; ungió mi cuerpo anticipadamente para la sepultura. Les aseguro que allí donde se proclame la Buena Noticia, en todo el mundo, se contará también en su memoria lo que ella hizo». Mc 14,1-9

En el evangelio de hoy Jesús va a Betania a visitar a algunos de sus amigos, y cena en la casa de Simón el leproso, que era estado curado de su lepra. Aquí asistimos a una escena  animada  e insólita: una mujer de repente en la casa y unge la cabeza del Maestro con perfume precioso de nardo, reconociendo así su señoría. Con esta acción ella ilumina también nuestro camino de fe en esta semana, durante la cual debemos de reconocer cómo aquel Jesús de Nazaret se está acercando a su muerte para salvarnos de nuestros pecados.

Juan el Evangelista coloca esta escena en la casa de Lázaro, en vez de la casa de Simón el leproso, y esta mujer es identificada con la hermana de Lázaro. Probablemente Juan ha querido rectificar la colocación de este evento, que se encuentra también en Marcos y de Mateo, cuando ya habían pasado 40 años él conocía muy bien. Aparte la diferencia de lugar, el relato es el mismo en los demás evangelistas: el reconocimiento de la señoría de Jesús. 

A este punto no podemos dejar de decir dos palabras sobre el valor de las Sagradas Escrituras y de los evangelios en particular. Estos no son libros históricos o crónicas en sentido estricto, sino que son revelaciones divinas y lo es de tal manera que la Iglesia ha definido libros canónicos, tanto el evangelio de Mateo, que los de Marcos y Juan. También los libros históricos hay mensajes  encerrados en los eventos, más que en los hechos históricos narrados. Dice Plutarco en la “Vidas paralelas” hablando de Alejandro el Grande y de Julio César: “Como los pintores pintan las semejanzas de los sujetos de la expresión de la cara y de los ojos en los que vislumbra el carácter y muy poco se cuidan de los ropajes o de otras cosas, se me conceda interesarme más de lo que son los signos del alma que representan la vida de cada uno, dejando a los demás tratar de otras cosas”. Si los históricos se toman ciertas libertades, también los evangelistas han reportado los hechos como han querido, y la Iglesia los considera los evangelios como libros canónicos.

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