ESFL046

I Semana de Cuaresma – Lunes

La fe y las obras

Entonces el Rey dirá….: «Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver». Los justos le responderán: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y  te dimos de beber?  Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?». Y el Rey les responderá: «Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo». Luego dirá a los de su izquierda: «Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron».  Estos, a su vez, le preguntarán: «Señor, ¿cuando te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?». Y él les responderá: «Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo». Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna». Mt 25,34-40

Hoy el Evangelio de Mateo anuncia que, al final de los tiempos, seremos juzgado en base a las obras de caridad. En la lectura de la Carta a los Romanos Pablo escribe: “Nosotros juzgamos que, de hecho, el hombre es juzgado por la fe, independientemente de la obras de la ley” (Rm. 3,28). Parecerían dos modos diferentes de juicio, pero Santiago, en su Carta, clarifica el argumento escribiendo que entre la caridad y la fe no hay mucha diferencia: (St 2, 17). Santiago, casi con palabras de reto, dice: “Porque la fe, si no es acompañada  por las buenas obras, está muerta; muéstrame tu fe sin obras y yo te mostraré por las obras mi fe» (St 2,18). Confieso que yo no he entendido el dualismo entre la fe y las obras, que hoy en día distingue a los católicos de las iglesias reformadas. San Pablo, de hecho, no dice que el hombre es juzgado independientemente de sus obras de caridad, sino independientemente de las obras de la ley.

La diferencia es muy grande. La ley, aún la que Dios entregó  a Moisés en el Monte Sinaí, está ligada al pueblo de Israel, a una nación y a un tiempo, mientras que las obras de la caridad tienen un valor eterno y universal. Pero confiemos este argumento a los teólogos y dirijamos los ojos hacia la familia, que es la realidad en la que estamos llamados a crecer juntos. Hoy la familia está en crisis por muchos motivos, algunos de los cuales se apartan del argumento; pero hay dos por los cuales el evangelio de hoy ofrece una solución.  Un primer motivo es la falta de apertura hacia las cosas externas, la llama se apaga y hace sólo humo, como el amor de una pareja que se encierra en sí misma y no se abre a las necesidades de pan, de la amistad. Otro motivo es la falta de un proyecto que hay que realizar juntos, porque el amor es creativo por su misma naturaleza. Es el secreto de los matrimonios que saben renovarse y enriquecerse con el pasar de los años, y el evangelio de hoy nos ofrece una visión más amplia de formas del amor que pueden alimentar la vida, la alegría de vivir y la unión entre los esposos.

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