ESFL320

XXIX semana del Tiempo Ordinario – Viernes

La memoria y la vigilancia  

Dijo también a la multitud: «Cuando ven que una nube se levanta en occidente, ustedes dicen en seguida que va a llover, y así sucede. Y cuando sopla viento del sur, dicen que hará calor, y así sucede. ¡Hipócritas! Ustedes saben discernir el aspecto de la tierra y del cielo; ¿cómo entonces no saben discernir el tiempo presente? ¿Por qué no juzgan ustedes mismos lo que es justo? Lc 12,54-57

Desde que era muchacho me ha siempre sorprendido la tempestividad de los bañistas antes de que llegue el viento, y más todavía la de los campesinos que anticipan de una semana la vendimia, cuando está por llegar la lluvia. “¿Cómo saben – les preguntaba seguido – cuando va a cambiar el tiempo?” “Por experiencia, amigo, por experiencia”, me contestaban siempre.  Ahora es más fácil prever el cambio del tiempo, pero en aquel entonces había que leer los signos atmosféricos de los tiempos, que se adquirí con el pasar de los años. Pero no era sólo experiencia, era sobre todo vigilancia para determinar el cambio de los tiempos. La falta de memoria y de vigilancia es la acusa de Jesús a la gente, y en particular al los fariseos: «¡Hipócritas! ¿Sabes para evaluar el aspecto de la tierra y el cielo, como ¿Por qué esta vez no sé cómo evaluar?» Juan el Bautista, que era vigilante y había mandado a sus discípulos a preguntar a Jesús: “¿Eres Tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?” (Mat 11,3). La respuesta de Jesús era clara: “Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados, los sordos oyen y los muertos resucitan” (Mat 11,4-5). Jesús había respondido con los hechos, mostrando cómo en Él se cumplían las profecías del Antiguo Testamento: «Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos; entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo. Porque brotarán aguas en el desierto y torrentes en la estepa» (Is 35,5-6). Es decir, Jesús, después de haber admirado en Juan la vigilancia, lo invita a recordar lo que estaba sucediendo.  También nosotros, para alimentar nuestra fe, necesitamos ser vigilantes y tener buena memoria. Dwebemos recordarnos de todas las veces que el señor nos ha protegido de los peligros y bendecido con su providencia y nos ha abierto las puertas justas y cerrado las equivocadas en ciertas ocasiones importantes. La vida en la secuela de Jesús, es un milagro continuo. Basta acostumbrarse a reconocerlo y recordarlo.    

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