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21 de Septiembre – San Mateo Apóstol y Evangelista

La llamada de Mateo

Al irse de allí, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme». El se levantó y lo siguió. Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus discípulos. Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: «¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?». Jesús, que había oído, respondió: «No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores».  Mt 9,9-13

 Siempre causa impresión leer la llamada de Mateo escrita por el mismo, porque no se puede no pensar en los sentimientos que habrá vivido al describir un evento que le  ha cambiado la vida completamente. Mateo está sentado triste al banco de los impuestos, que recibe para Roma, guardando una parte para sí mismo.  Es un trabajo deshonesto y de mala fama, odiado por los hebreos y despreciado por los romanos. Jesús pasa y él quisiera ocultarse por la vergüenza; Jesús lo mira con amor, con desprecio, y le dice: “Sígueme”.  Mateo permanece fulminado por aquella propuesta, y por aquella chispa de grandeza que todos llevamos en nosotros mismos, y piensa que en aquel momento se le ofrecerá una nueva posibilidad de rehacer su existencia en una nueva dimensión, digna y tal vez grande. Se levanta y deja todo para seguir a Jesús. Pero antes ofrece él un banquete para saludar y despedirse de sus amigos, prostitutas, ladrones; e invita a Jesús. Habrá pensado: “Si se ha dignado de llamar uno como yo, ciertamente aceptará la invitación de reunirse con una compañía como aquella para festejar el evento, en la que se puede uno imaginar la plática. Ciertamente no habrán hablado de las tablas de la Ley o de las profecías de Isaías. Los fariseos de escandalizan y preguntan a los discípulos el motivo por el cual el maestro haga fiesta con ellos. Al oír la pregunta, Jesús responde que Él no había venido por los justos, sino por los pecadores, y como médico va con los enfermos, no con los sanos. Y agrega: “Yo quiero misericordia y no sacrificios”. Una de mis estudiantes escogió ayudar la obra de las muchachas de los países pobres del Este, o  nigerianas que eran obligadas a prostituirse. Mientras exponía sus actividades en este campo, le vino a la mente la poesía que una de ellas había escrito para ella. Al escucharla, también yo me conmoví y me la imaginé como uan flor que tiene sus raíces en el lodo, pero eleva sus flores hacia el cielo. Todos buscamos la luz.

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