ESFL267

XXII semana del Tiempo Ordinario – Jueves

Navega mar adentro  

En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret. Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes. Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla; después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la barca. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: «Navega mar adentro, y echen las redes». Simón le respondió: «Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes». Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse. Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: «Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador».Lc 5,1-8

En la llamada de Pedro después de la pesca milagrosa reconocemos todos los signos de nuestra llama y del principio de nuestro camino de fe. Nuestro encuentro con el Señor  ha sido para nosotros un evento único, inesperado, sorprendente y radical. Fue al principio un camino oscuro, distinto de todo lo que conocíamos y nos parecía obvio. Pero con el pasar del tiempo, la realidad se fue lentamente transfigurando y hemos aprendido a leer en modo nuevo los eventos de la vida. Nuestra aceptación, Señor, no fue intelectual de una doctrina estudiada ni tampoco la imitación de tu admirable modelo de vida. Nosotros te hemos seguido, como un turista sigue el guía indígena que, en la selva, le abre el camino con el machete. Ahora que ya somos ancianos y tenemos todavía talentos que usar, te pedimos que escuches nuestra oración:

“Señor, cuando hace 40 años tú has pasado

y has visto una barca a orillas del lago,                                                             era la nuestra.

Los dos pescadores cansado y desesperados,

que recogían las redes sin pescados:                                                            éramos nosotros.

Cuando has enseñado a la gente desde la barca,ahí estábamos nosotros,    escuchándote.

Los dos pescadores a quienes dijiste de navegar mar adentro                     éramos nosotros.

Nuestras barcas llenas de pescados que llegaron a la orilla,                        eran las nuestras.

Los dos pescadores indignos de tanta providencia,

en oración ante ti,                                                                             somos también nosotros.

Ahora que también nuestros hijos han salido a pescar                 y nuestra barca está buena,

pídenos, Señor, regresar al mar y salir                                                                       a pescar.

No somos jóvenes como tiempo atrás,

pero somos expertos y podemos coger peces:                                                    si tú quieres.

Nos gusta el mar y el viento que infla las velas,

y no estamos cansados de pescar,                                                                                  Señor.  

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