II semana del Tiempo Ordinario – Viernes
La converción de los ebreo
Pero ahora, Cristo ha recibido un ministerio muy superior, porque es el mediador de una Alianza más excelente, fundada sobre promesas mejores. Porque si esta primera Alianza hubiera sido perfecta, no habría sido necesario sustituirla por otra. En cambio, Dios hizo al pueblo este reproche: «Llegarán los días –dice el Señor– en que haré una Nueva Alianza con la casa de Israel y la casa de Judá, no como aquella que hice con sus padres … Y ésta es la Alianza que estableceré con la casa de Israel después de aquellos días –dice el Señor–: Pondré mis leyes en su conciencia, las grabaré en su corazón; yo seré su Dios y ellos serán mi Pueblo …. porque todos me conocerán, desde el más pequeño al más grande. Porque yo perdonaré sus iniquidades y no me acordaré más de sus pecados». Al hablar de una Nueva Alianza, Dios declara anticuada la primera, y lo que es viejo y anticuado está a punto de desaparecer. Hb 8,6-13
En este pasaje de la Carta a los Hebreos, el autor habla de la superioridad de la segunda Alianza, realizada por Jesucristo, en comparación de la primera, en la cual los hebreos siguen creyendo. «Si esta primera Alianza hubiera sido perfecta, no habría sido necesario sustituirla por otra” y para explicar la superación de la primera se remite a una profecía de Jeremías, dirigida a los hebreos deportados a Babilonia. La Nueva Alianza – había dicho Jeremías – tendrá «mejores promesas» de bienes y de gracia. Esta profecía contiene uno de los mensajes más altos del Antiguo Testamento, en el sentido de que va al corazón del mensaje mesiánico traído por Jesucristo en la historia de la salvación.
El significado profundo de esta profecía es que en la Nueva Alianza no habrá nada de material y de escrito, sino que ella se fundamentará sobre la interioridad de la “gracia” la cual actuará en modo silencioso y persuasivo en el espíritu del ser humano. Es lo que dirá Jesús a la samaritana: «Pero la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque esos son los adoradores que quiere el Padre. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad» (Jn 4,23-24). La conclusión de este anuncio mesiánico está formulado al final de la lectura de hoy: «Al hablar de una Nueva Alianza, Dios declara anticuada la primera, y lo que es viejo y anticuado está a punto de desaparecer”. Esta frase fue un llamado para los judíos del tiempo de Pablo, los cuales no querían dejar los fastuosos ritos de la antigua alianza, pero podría serlo también para aquellos de nuestros días que tendrán que convercerse, en un cierto momento, de la superioridad de la gracia, imprimida en el corazón de la persona, respeto a la ley, a la cual Jesucristo vino a darle plenitud. La Iglesia espera y ruega para que eso suceda.