ESFL241

XVIII semana del Tiempo Ordinario – Jueves

El problema social, hoy

Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?». Ellos le respondieron: «Unos dicen que es Juan el Bautista; otros Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas». «Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?». Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». Y Jesús le dijo: «Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia.  Mt 16,13-18

«Pero Ustedes ¿quién dicen que Yo sea?». Estábamos meditando este versículo del evangelio de hoy en el jardín de Castoglionchello, cuando una africano con una bolsa grande sonó el timbre. Le abriremos y le hemos explicado que no necesitábamos adquirir nada, sino solamente ofrecerle algo. Ha insistido con cierta arrogancia y le dijimos que no queríamos nada. Y él se retiró protestando en su lengua. Luego regresamos a nuestro versículo: «Pero ustedes ¿quién dicen que Yo sea? Aquel contratiempo nos había disturbado y no podíamos continuar la meditación. Más bien el centro de nuestros pensamientos había cambiado y aquella pregunta nos la hacía el africano, no Jesús. Nos preguntábamos: “Será un clandestino llegado con un barca. Ciertamente es un necesitado. Pero ¿es justo que vaya por las calles exigiendo ser ayudado? ¿Dónde está la legalidad? Pero es un necesitado. Estos son otros pensamientos que nos han llegado a la mente y uno de nuestros pensamientos fue objeto de nuestra reflexión familiar: “En el centro del evangelio está Dios o está el hombre?” El destinatario del evangelio es ciertamente el hombre, pero ¿al centro del mensaje está Dios o el hombre?” Son preguntas que no tocan sólo a la Iglesia, sino también a las instituciones sociales. Todos debemos ponernos esta pregunta: “¿Al centro del servicio está el hombre como tal o existen reglas?” Cada uno debe dar una respuesta, en el respeto a sus propios valores, del rol y del servicio que ejerce. Al final una respuesta definitiva y compartida no existe, porque nadie está autorizado a darla a nombre de los demás y ninguna respuesta quede tener cuenta de los componentes del problema. Nos recuerda el error que se comete en los laboratorios de física, cuando se hace una lectura sobre una escala graduada. Si nos hacemos a un lado se comete  un error, y si nos volteamos del otro lado, se comete un error opuesto. Si se considera sólo la legalidad, cometemos un error; si consideramos la solidaridad, también nos equivocamos. ¿Cómo podemos dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César?, pues tenemos una moneda única? El problema de justicia actualmente hay que resolverlo en nuestra civilización occidental.

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