ESFL235

XVII semana del Tiempo Ordinario – Viernes

El Señor vive en cada hombre

y, al llegar a su pueblo, se puso a enseñar a la gente en la sinagoga, de tal manera que todos estaban maravillados. «¿De dónde le viene, decían, esta sabiduría y ese poder de hacer milagros? ¿No es este el hijo del carpintero? ¿Su madre no es la que llaman María? ¿Y no son hermanos suyos Santiago, José, Simón y Judas? ¿Y acaso no viven entre nosotros todas sus hermanas? ¿De dónde le vendrá todo esto?». Y Jesús era para ellos un motivo de escándalo. Entonces les dijo: «Un profeta es despreciado solamente en su pueblo y en su familia». Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la falta de fe de esa gente. Mt 13,54-58

Jesús es rechazado como Mesías por sus parientes y en su lugar de origen, por ser motivo de escándalo. “Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron” (Jn. 1,11). ¿Por qué no lo recibieron o porqué es motivo de escándalo? Es fundamental responde a esta pregunta. Para los “suyos” y para su gente no es difícil admitir que los signos realizados y las verdades reveladas por Jesús tengan un origen divino. Pero el hecho de que la revelación últ ma del misterio de Dios se haya encarnado en un hombre concreto del cual se conoce todo: origen, parientes, oficio y condición social. El verdadero escándalo es para los suyos y para el hombre de todo tiempo es que la Palabra de Dios se haya hecho “carne”. » Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros » (Jn. 1,14).Lo paradójico es que Dios encuentre al hombre y el hombre encuentre a Dios en una persona concreta. ¿Por qué debe ser un hombre y no Dios mismo el que nos revela el pensamiento divino?… Esta fue la piedra en que tropezaron los ciudadanos de Nazaret, y es la misma piedra con la cual podemos tropezar también nosotros siempre que nos encontramos delante de la Palabra de Dios revelada, pero también a un auténtico testigo del Evangelio. Nuestro salto en la fe, en la vida de todos los días, es más difícil que el de los conciudadanos de Jesús: nosotros estamos llamados a reconocer el rostro del Señor, no en la nacionalidad del santo, sino en la normalidad del hombre que encontramos todos los días en la calle. Este es el escándalo para nosotros. El hombre busca siempre señales excepcionales en el cielo o en la tierra. pero no puede tomar percibir los signos cotidianos y darles un significado divino. El Evangelio nos pide buscar con sabiduría la presencia de Dios, que se miran en los eventos y en las personas de cada día. Es difícil para todos darse cuenta de esa presencia en la monotonía de algunos días, en el sufrimiento, en el cansancio, o en el ladrón que busca robarnos el porta-monedas en el Metro. Este es el punto de llegada de nuestra fe. Es importante el momento de la Eucaristía, como también los retiros espirituales, pero sólo porque nos permiten encontrar al Señor en un modo nuevo, en la vida de cada día- Recordaré siempre la exclamación de un compañero mío del curso de oficiales en el cuartel de Cecchignola en Roma. Mientras estaba rezando en su cama en la noche, le había dicho algo inconveniente, o lo había disturbado con mis chistes. El hecho fue que exclamó: “No me engañes; también en mí está Dios”.  Y era cierto, Dios estaba en mí, pero estaba también el hombre que no aceptaba que mi amigo hiciera con simplicidad lo que yo no podía hacer.

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