ESFL269

XXII semana del Tiempo Ordinario – Sabado

La astrología y el fatalismo 

Antes, a causa de sus pensamientos y sus malas obras, ustedes eran extraños y enemigos de Dios. Pero ahora, él los ha reconciliado en el cuerpo carnal de su Hijo, entregándolo a la muerte, a fin de que ustedes pudieran presentarse delante de él como una ofrenda santa, inmaculada e irreprochable. Para esto es necesario que ustedes permanezcan firmes y bien fundados en la fe, sin apartarse de la esperanza transmitida por la Buena Noticia que han oído y que fue predicada a todas las criaturas que están bajo el cielo y de la cual yo mismo, Pablo, fui constituido ministro. Col 1,21-23

Pablo no estuvo nunca en Colosio, una ciudad dedicada al comercio, situada en la Frigia meridional, cerca de Acaia. El fundador de esa comunidad fue Épafra, un rico comerciante quien, durante sus vueltas comerciales, conoció a Pablo en Éfeso y se había convertido. Épafra siempre permaneció en contacto con Pablo, a quien pedía frecuentemente consejos prácticos y doctrinales para guiar la iglesia de Colosio. En esa comunidad, había iniciado a desarrollarse un cierto movimiento gnóstico, en el que se daba mucha importancia a las potencias “angélicas”, consideradas como necesarias conjunciones entre los hombres y Dios, y a las cuales se le atribuía un grande influjo sobre el cosmos, en particular, sobre los astros y sus relaciones con la vida de los hombres. Son problemas que en nuestros días están creando astrólogos, magos y cartomantes, induciendo a las personas más débiles al “fatalismo” y al “pre-determinismo”, empobreciendo completamente el poder redentor de Jesucristo.

En la lectura de hoy Pablo, ataca ese error, partiendo de la preeminencia universal del Señor, ya sea en el plan de la creación como en el de la redención. Pablo recuerda a los cristianos de la comunidad de Colosio de cual miseria espiritual Cristo los haya apartado, mediante el sacrificio de su muerte en la Cruz. “Él los ha reconciliado en el cuerpo de su carne mediante el sacrificio en la Cruz, para presentarlo santos, inmaculados e irreprochables ante Él, para que permanezcan firmes en la fe”. También en nuestros días, muchas personas pierden, casi inconscientemente, la fe en la potencia redentora de Cristo, porque se abandonan a la guía falaz de los astrólogos, magos y cartomantes, quienes obran para su propia ganancia. 

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