XVIII semana del Tiempo Ordinario – Martes
La buena comunicación
Entonces, unos fariseos y escribas de Jerusalén se acercaron a Jesús y le dijeron: «¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de nuestros antepasados y no se lavan las manos antes de comer?». Jesús llamó a la multitud y le dijo: «Escuchen y comprendan. Lo que mancha al hombre no es lo que entra por la boca, sino lo que sale de ella». Mt 15,1-2.10-11
“¡Escuchen y entiendan bien! Lo que entra por l boca no hace al hombre impuro, sino lo que sale de su boca, éste hace al hombre impuro!” Con esta afirmación Jesús hace puros todos los alimentos, aún sin la previa ablución de las manos, el no cumplimiento de la cual, en la sociedad judía, provocaba la impureza ritual del alimento. Mientras tanto, sin embargo, refiriéndose a la pregunta de los fariseos, Jesús no pierde lo ocasión de enseñar a la gente sobre el hecho que el hombre puede ser impuro por lo que dice, porque “la boca dice lo que lleva en el corazón” (Mat. 12,34).
Con esta frase, tomada del evangelio de Mateo, Jesús introduce el argumento de la “buena comunicación”, la que hace mejor la realidad en que resuena. En Dios la “Palabra” es creadora con potencia infinita: “Dios dijo: sea la luz y la luz fue” (Gen. 1,3). Cuando Dios habla, llama a la existencia las cosas y resuelve las situaciones más imposibles. La palabra del hombre no se puede comparar con la de Dios, pero aún teniendo una potencia infinita, modifica también la realidad en la que resuena. Basta pensar en los discursos de algunos dictadores o en los efectos de las exhortaciones de Ghandi a la no violencia. También en nuestro vivir cotidiano, en la familia o en el trabajo, la comunicación produce, en un modo más restringido, una diversidad de efectos, ya que la palabra del hombre tiene la autoridad de la persona que la pronuncia, por eso debemos sr responsables del rol que ejercemos. Una palabra equivocada nos rende impuros, como dice Jesús, porque modifica la realidad en negativo. Es bueno que, en los momentos más importantes, nuestro modo de hablar sea precedido por la oración. Es la única manera para estar seguros de expresar e. pensamiento de Dios. No siempre la oración tiene que ser larga, pero sí intensa, para asegurar la paza del corazón y la serenidad dl espíritu. Cuanto más la comunicación se desarrolla en paz, tanto más está en sintonía con el Espíritu de Dios. Ayer mi hijo nos pidió nuestro parecer sobre una cuestión importante que tenía que resolver. Esta noche hicimos oración para entender y para ser iluminados por el Señor, y esta mañana le enviamos una carta diciéndole con franqueza nuestro parecer. Cuando se trata de cuestiones importantes es bueno hacer mucha oración, para que sean recibidas con el mismo espíritu con el que fueron escritas.