ESFL147

IV semana de Tiempo Ordinario – Viernes

La hospitalidad y los Ángeles

Perseveren en el amor fraternal. No se olviden de practicar la hospitalidad, ya que gracias a ella, algunos, sin saberlo, hospedaron a los ángeles. Acuérdense de los que están presos, como si ustedes lo estuvieran con ellos, y de los que son maltratados, como si ustedes estuvieran en su mismo cuerpo. Respeten el matrimonio y no deshonren el lecho conyugal, porque Dios condenará a los lujuriosos y a los adúlteros. No se dejen llevar de la avaricia, y conténtense con lo que tienen, porque el mismo Dios ha dicho: No te dejaré ni te abandonaré. De manera que podemos decir con plena confianza: El Señor es mi protector: no temeré. ¿Qué podrán hacerme los hombres? Hb 13,1-6

En este últino capítulo de la carta a los Hebreos, el autor, antes de sus saludos finales, nos exhorta a la hospitalidad y a la observancia de las virtudes funsmentales: el amor fraterno, la hospitalidad, las visitas a los encarcelados, la defensa de los sido maltratados, la castidad, la santidad del matriomonio y el despego del dinero. De estas virtudes hemos caminaod hacia la santidad y hacia la paz: personal, familiar y social. El autor se detiene sobre todo en la hospitalidad: «Algunos han acogido a los ángeles sin saberlo». Podemos pensar en Tobías quien, hospedando al arcángel Rafael (Tb 12,15-20) resuelve todos sus problemas;  siendo ciego, recupera la vista y una discreta cantidad de dinero que le será necesaria, y el hijo de Tobia se casa con Sara, una mujer virtuosa. También pensamos en Abraham, quien hospedando al Señor bajo los árboles de Mambres bajo la forma de un viajero, recibe el don de la fertilidad de la esposa Sara, ya anciana, que le dará el hijo de la promesa; Isac. También nosotros hemos dado hospitalidad  a personas que se han parecido a los ángeles: ha sucedido con el padre Arturo, la amiga Mary, y coin otros que han parecido Ángeles pero la que nos ha parecido un Ángel con la A mayúscula es la abuela Berta. Cuando la hemos recibido en nuestra casa apenas casados, ella era una anciana herferma de angina pectoris que tenía delante, como propectiva de vida, la solitud en una ciudad lejana a nosotros. En nuestra casa, con la llegada de los hijos, ha encontrado la alegría de vivir y nos ha permitido a nosotros, con su mirada serena,  nuestro ejercicio profesional. Nosotros sabemos bien que la abuela Berta no era la encarnación de un ángel: era una persona normal. Sin embargo, al pasar de los añospara nuestra familia se ha convertido en un ángel protector; la verdad es ésta: si damos hospitalidad a una persona que tiene necesidad,la damos al Señor quien no se deja ganar en generosidad.

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