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II semana de Adviento – Domingo

Vivir como convertidos

En aquel tiempo se presentó Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea: «Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca». A él se refería el profeta Isaías cuando dijo: «Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos». Juan tenía una túnica de piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. La gente…. y se hacía bautizar por él en las aguas del Jordán, confesando sus pecados. Al ver que muchos fariseos y saduceos se acercaban a recibir su bautismo, Juan les dijo: «Raza de víboras, ¿quién les enseñó a escapar de la ira de Dios que se acerca? Produzcan el fruto de una sincera conversión, y no se contenten con decir: «Tenemos por padre a Abraham»…. Yo los bautizo con agua para que se conviertan; pero aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. Él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Mt 3,1-12

Un día una tortuga quiso salir en la noche. “¿A dónde vas? le pregunta un zapo – ¿cómo puedes ver donde pisas?” La tortuga salió igualmente de noche y se tropezó y se voltió con la patas para arriba.. “Te lo dije – le dijo de nuevo el zapo, y ahora cómo vas a vivir boca arriba?” “No sé  – le dice la tortuga, – pero ahora puedo ver las estrellas”. Este es el sentido de la conversión: vivir al contrario de cómo vive el mundo para contemplar al cielo estrellado. La conversión de la que habla hoy Juan el Bautista, sin embargo, es diversa de la que se refiere a Jesús. Él pide que lo recibamos como al Señor de la vida, mientras que Juan, con su franqueza y el modo de vivir esencial, nos enseña qué significa enderezar los caminos sinuosos para ser libres de recibir el mensaje del evangelio. Es difícil, cada día, ser sinceros, porque la comunicación es usada para esconder y no para comunicar la verdad. No siempre sucede esto, porque nuestros pensamientos no son presentables; a veces no somos francos por timidez, por falsa modestia, por seguridad o excesivo respeto de las opiniones de los demás. Es difícil también ser esenciales, porque el modo de vivir simple que hoy el Bautista nos propone, va contra corriente con el vivir del mundo, que constituye los primeros frutos de conversión. De otra manera nos arriesgamos a terminar como aquella higuera del evangelio, que no dando frutos, se secó. Mejor hacer como la tortuga: salimos de noche y vivimos al contrario para contemplar las estrellas.

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