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I semana de Adviento – Domingo

El fin de los días

Cuando venga el Hijo del hombre, sucederá como en tiempos de Noé.  En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta que Noé entró en el arca; y no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre. De dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro dejado. De dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra dejada.  Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor. Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados. Mt 24,37-44

En los últimos días el abuelo Renzo (Lorenzo) transcurría largas horas sentado en el jardín de la casa de Castiglioncello. Gozaba de sus nietos, a los que les gustaba contar las historias de su infancia, sus primeros estudios escolares y su caminar descalzo por los campos durante el verano. El recuerdo favorito de su infancia era caminar siempre por la campos en busca de frutas que robaba, o como decía él citando a Manzoni, “para hacer descansar a los que las recogían”.  Cuando los nietos iban al mar y él se quedaba solo, el abuelo Renzo se sentaba en el jardín a mirar, a través del cancel, el paso de las personas en la calle, y pensaba en la abuela Rita, muerta hacía algunos años antes, intercambiando los recuerdos con alguna oración. Su modo de hacer oración era edl de reflexionar sobre el misterio de la vida, gozando y al mismo tiempo, tomando las distancias entre todo lo que le parecía superfluo, para prepararse al encuentro con el Señor. Era su modo de “traficar” sus últimos talentos recibidos de Dios. El  nuevo año litúrgico se abre exactamente con el escenario del fin de nuestros días: es una visión escatológica de la historia, de la creación, del universo. No se han ha dado a conocer cómo sucederá el fin del mundo, pero por la fe, sabemos que llegará. También el tiempo tendrá su fin. Sabemos solamente que éste llegará y será un fin glorioso y gozoso, una fiesta para el hombre y para toda la creación, la cual, finalmente liberada del pecado y salvada por Jesucristo. No sabemos más, pero esto nos basta. Podemos sólo intuir cómo todo terminará reflexionando sobre el fin de nuestros días terrenales. En toda creatura de este mundo, aún la más pequeña y efímera, se refleja de hecho toda la historia del universo, del mismo modo como dice el padre Raniero Cantalamessa, “en una gota del rocío sobre la yerba de un camino del campo, se refleja todo cielo”.

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