ESFS188

XXXIII semana del Tiempo Ordinario – Domingo

Danos, Señor, una grande laboriosidad

Porque ustedes ya saben cómo deben seguir nuestro ejemplo. Cuando estábamos entre ustedes, no vivíamos como holgazanes, y nadie nos regalaba el pan que comíamos. Al contrario, trabajábamos duramente, día y noche, hasta cansarnos, con tal de no ser una carga para ninguno de ustedes. Aunque teníamos el derecho de proceder de otra manera, queríamos darles un ejemplo para imitar. En aquella ocasión les impusimos esta regla: el que no quiera trabajar, que no coma. Ahora, sin embargo, nos enteramos de que algunos de ustedes viven ociosamente, no haciendo nada y entrometiéndose en todo. A estos les mandamos y los exhortamos en el Señor Jesucristo que trabajen en paz para ganarse su pan. 2Ts 3,7-12

Hace como algún mese nos encontramos, en una simpática cena, algunos viejos colegas de trabajo. Hablamos y recordamos amenamente el tiempo en que trabajamos juntos para una misma sociedad, pero, siendo pensionados, hemos hablado también de cómo en nuestras jornadas en el tiempo presente. Todos hacíamos actividades propias de los abuelos con los nietos, pero alguno todavía conservaba una actividad profesional y otros la había sustituido con algún empeño social. Algunos se mantenían en forma física nadando en la alberca o dando algún paseo, otros transcurrían sus días leyendo periódicos y mirando la televisión. Reflexionando después sobre las divergencias notadas en esa cena, no podíamos no hacer notar que, manteniendo los empeños profesionales o sociales se muestra una mayor brillantez psico-física.

En el texto de hoy, tomado de la carta de Pablo a los Tesalonicenses, el apóstol dirige una severa crítica contra los cristianos que, alarmados por el pensamiento del inminente fin del mundo, o aprovechando de es falsa previsión, se dan al ocio, convirtiéndose así en un peso para la comunidad. A estos el apóstol se presenta como un ejemplo, aun pudiendo vivir con lo que los hermanos de las varias comunidades le mandan, él continúa a trabajar “noche y día, para no ser de peso a los demás”. Es por eso que su laboriosidad lo ha mantenido joven en el cuerpo y en la mente, por lo que él ha podido escribir las luminosas cartas que han llegado hasta nosotros. Ellas son verdaderas joyas de teología y de doctrina, que han constituido los fundamentos del pensamiento cristiano sucesivo. San Pablo es un personaje único en la historia de la salvación, pero tenemos todos un proyecto qué realizar y las cosas más hermosas se realizan en la ancianidad, porque el hombre, como un árbol produce frutos mejores cuando ya es viejo, después de haber perdido todas las hojas. Por este motivo, los ancianos pueden siempre dar sus contribuciones a la familia y a la sociedad. Concédenos, Señor, una grande laboriosidad y la conciencia de poder siempre hacer algo por la familia, la Iglesia y la sociedad.