ESFL278

XXIII semana del Tiempo Ordinario – Sábado

Las dos casas 

Yo les diré a quién se parece todo aquel que viene a mí, escucha mis palabras y las practica. Se parece a un hombre que, queriendo construir una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre la roca. Cuando vino la creciente, las aguas se precipitaron con fuerza contra esa casa, pero no pudieron derribarla, porque estaba bien construida. En cambio, el que escucha la Palabra y no la pone en práctica, se parece a un hombre que construyó su casa sobre tierra, sin cimientos. Cuando las aguas se precipitaron contra ella, en seguida se derrumbó, y el desastre que sobrevino a esa casa fue grande». Lc 6,47-49

El evangelio de hoy nos presenta do casas: la primera está fundada sobre la roca, resiste a las tempestades y es la que todos quisiéramos habitar; la segunda, construida sobre la arena, está desinada a caerse al llegar el mal tiempo, y nadie la habitaría. Estas imágines nos hacen ver casi físicamente, la ruina que, antes o después, envolver a quien escoge de no construir su propia vida sobre Jesucristo y sobre los valores del evangelio. Hace algunos días estábamos reflexionando sobre el improviso precipitar de la situación profesional y sentimental de un amigo nuestro muy querido. Éramos profundamente tristes por nuestra imposibilidad de ayudarlo y, al mismo tiempo, sorprendido de lo rápido que había sucedido, ya que poco antes  él se encontraba en una situación considerada envidiable. “¡Pero desgraciadamente era un castillo construido en la arena!”, ha explicato su padre. Con mucha frecuencia, de hecho, al principio de situaciones que parecen inexplicablemente inexplicables y dolorosas, hay opciones que nos han alejado del proyecto de bien y de amor que el Señor tiene para con cada uno de nosotros. Se opta por construir en la arena impulsos, sentimentalismos y pasiones; realidades nos alejan de la gracia de Dios y nos privan de su protección. El relativismo imperante de la cultura de hoy nos ha acostumbrado a justificarlo todo, confundiéndolo con el imperativo evangélico de no juzgar al prójimo, aceptando toda manera de comportarse, aún la más lejana a los valores del evangelio. Así nos arriesgamos a confundir todo y de perder el sentido de la enseñanza de hoy. Sólo las casas construidas sobre la roca de la gracia del Señor podrán resistir a las tempestades de la vida. Éstas existirán siempre, y para todos, pero el que ha escogido basar su propia existencia sobre las enseñanzas del evangelio, recibirá la fuerza para resistir hasta el regreso de la serenidad.

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