ESFL274

XXIII semana del Tiempo Ordinario – Martes

La estructura de la Iglesia 

En esos días, Jesús se retiró a una montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles: Simón, a quien puso el sobrenombre de Pedro, Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé,  Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Simón, llamado el Zelote,  Judas, hijo de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor.  Al bajar con ellos se detuvo en una llanura. Estaban allí muchos de sus discípulos y una gran muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, para escucharlo y hacerse curar de sus enfermedades. Los que estaban atormentados por espíritus impuros quedaban curados; y toda la gente quería tocarlo, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos. Lc 6,12-19

En el evangelio de hoy nace la configuración  de la Iglesia, articulada en arcos concéntricos: en el centro está Jesucristo en comunión y diálogo con el Padre: después viene el arco de los Apóstoles, con un rol de representación; después viene otro arco más amplio que es el de sus discípulos llamados a la secuela del Señor; y finalmente el de la gente que simboliza a toda la humanidad en camino hacia Él. Es una visión que me recuerda, cuando todavía muchacho, los arcos concéntricos cuando arrojaba una piedrita en el Arno: se hacían más grandes hasta abarcar las dos orillas del río. Alejándose del centro se hacían cada vez menos visibles, por el agua que les ponía resistencia. Es el riesgo que corre la Iglesia a medida que los arcos se alejaban del arco original descrito por los Actos de los Apóstoles: “» Todos se reunían asiduamente para escuchar la enseñanza de los Apóstoles y participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones…. porque los Apóstoles realizaban muchos prodigios y signos. Todos los creyentes se mantenían unidos y ponían lo suyo en común: vendían sus propiedades y sus bienes, y distribuían el dinero entre ellos, según las necesidades de cada uno. Íntimamente unidos, frecuentaban a diario el Templo, partían el pan en sus casas, y comían juntos con alegría y sencillez de corazón; ellos alababan a Dios»(Hch 2,42-47). Con el pasar del tiempo se perdió mucho el sentido de la compartición de la alegría, de la simplicidad de corazón, de la oración en común y de la alabanza. De vez en cuando el Señor envía a algún santo echar otra piedra en el agua y los arcos retoman su fuerza y evidencia. En los últimos años han sido enviados algunos santos como: San Pío de Pietrelcina, Madre Teresa de Calcuta, Papa Juan Pablo II. En nuestros días por motivo de la Fe muchos son “curados de sus enfermedades” y otros “atormentados por el espíritus inmundo” son liberados de ellos. Y así continúa siempre la obra de la salvación.

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