ESFL253

XX semana del Tiempo Ordinario – Miércoles

El trabajo y la justa recompensa

Porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envío a su viña. Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros  …. les dijo: «Vayan ustedes también a mi viña. y les pagaré lo que sea justo». Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde ….  Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: «¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?». . …Vayan también ustedes a mi viña». Al terminar el día,  ….los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. Llegaron después los primeros, …. recibieron igualmente un denario. Y al recibirlo, protestaban ….diciendo: «Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, ….  El propietario respondió a uno de ellos: «Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? …. No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? Mt 20,1-15

Cuando estaba joven, cuando se acercaba el tiempo de la vendimia, en mi terruño de la campaña toscana no se hablaba de otra cosa. Después comenzaba la cosecha de la uva, había mucha fiesta; sudábamos y trabajábamos con alegría  bajo los rayos del sol de la última parte del verano. A medio día llegaba la mamá con las botellas de vino fresco, pan, y demás comida apenas cocinada; todo traído en un c carro jalado por los bueyes. Se interrumpía el trabajo de la vendimia, nos colocábamos en la sombra de los árboles y comíamos. cada quien según su necesidad, no sin haber trabajado. Recuerdo aquellos días con nostalgia, porque en mi vida no he encontrado un modo más alegre que trabajar y colaborar con gusto. Desgraciadamente a veces consideramos el trabajo como momento de fatiga, sin posibilidad de alegría. Y cuando se pierde el aspecto de la alegría, se comienza a hablar del que trabaja más y del que menos trabaja, y se comparando los resultados con los méritos, no teniendo en cuenta los talentos que cada uno ha recibido y las necesidades que tiene. Las retriubuci0ones son siempre juzgados en su aspecto meritocrático, y también en tiempo de Jesús era lo mismo, pero el aspecto trágico de esta parábola nos enseña que el mundo no percibe los criterios distributivos del bienestar  distinto de la eficacia.

Es cierto que en los países desarrollados, el aspecto de las necesidades es considerado  en sus compensaciones sociales y por el voluntariado, pero de esa manera se divide la sociedad en vencedores y vencidos, en aquellos que son mantenidos y los que mantienen, con las consecuencias que se derivan de ella: el orgullo, la excesiva autoestima y el sentido de omnipotencia por una parte; depresión, humillaciones y a veces, oportunismo y negligencia. Pero nunca se debe tocar el criterio meritocrático, de otra manera  caería todo el sistema económico-productivo. El Reino de los cielos no puede funcionar de esa manera y la prueba está en que el único que tuvo garantizado el cielo fue el ladrón arrepentido, aún antes de morir, uno que se convirtió al último momento.

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