ESSM017

22 de Julio – Santa MaríaMagdalena

La pureza de Maria Magdalena

El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: «Mujer, ¿por qué lloras?». María respondió: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció. Jesús le preguntó: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?». Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo». Jesús le dijo: «¡María!». Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: «¡Rabboni!», es decir «¡Maestro!». Jn 20,1-2.11-16

Hoy la Iglesia nos exhorta a meditar sobre la santidad de María Magdalena. Ninguno de los apóstoles en los tres años que estuvieron con Jesús han amado a Jesús tanto como María Magdalena, una prostituta arrepentida que se puso a la secuela del Señor. El amor de María Magdalena por Jesús se formó de la fusión de tres sentimientos distintos: la atracción del Maestro, la gratitud por haber sido liberada de su situación como pecadora pública y la gratitud por haber sido liberada y redimida después de un pasado que nos podemos imaginar. No obstante que algún incrédulo ante la pureza de su amor por Jesús, haya probado a humanizarlo y de ensuciarlo. El amor de María Magdalena fue más puro que un diamante. Tal vez el único amor que se pueda comparar al de María Magdalena por Jesús de Nazaret, puede ser el de Santa Clara por San Francisco de Asíz. El amor de María, su Madre, por Jesús fue todavía más grande.

La prueba de tal pureza la vemos en el evangelio de hoy María Magdalena  llora en el sepulcro vacío, cuando Jesús resucitad la llama improvisamente por su nombre; y ella, como un niño sorprendido, responde: “¡Maestro!”

En esta respuesta improvisada e incontrolada se  ve la alegría de ver a Jesús resucitado, el respeto por el Maestro y la prueba de su amor por Él. Exactamente por haber sabido convivir en sí misma, en modo tan elevado, estos tres componentes de su amor por Jesús, Santa María Magdalena la podemos invocar para que nos ayude en las situaciones sentimentalmente difíciles. Pensamos en un sacerdote que guíe espiritualmente a una mujer, a un profesionista que trabaja ocho horas al día con su secretaria, o algún otro tipo de relación que el demonio le pone constantemente, y buscar de ensuciar poniéndole pensamientos y sentimientos ilícitos. El amor de María Magdalena por Jesús fue tan grande que la hizo estar presente al pie de la cruz, junto con María, la Madre de Jesús.

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