ESFL220

XV semana del Tiempo Ordinario – Viernes

Jesucristo, el liberador

En aquel tiempo, Jesús atravesaba unos sembrados y era un día sábado. Como sus discípulos sintieron hambre, comenzaron a arrancar y a comer las espigas. Al ver esto, los fariseos le dijeron: «Mira que tus discípulos hacen lo que no está permitido en sábado». Pero él les respondió: «¿No han leído lo que hizo David, cuando él y sus compañeros tuvieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios y comieron los panes de la ofrenda, que no les estaba permitido comer ni a él ni a sus compañeros, sino solamente a los sacerdotes? ¿Y no han leído también en la Ley, que los sacerdotes, en el Templo, violan el descanso del sábado, sin incurrir en falta? Ahora bien, yo les digo que aquí hay alguien más grande que el Templo. Si hubieran comprendido lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios, no condenarían a los inocentes. Porque el Hijo del hombre es dueño del sábado.Mt 12,1-8

Para el judío el sábado era el día de la celebración de los tiempos Mesiánicos, con el advenimiento de cada día era un día de fiesta, y todo, incluso la ley, se cumple. Con Jesús estos tiempos han llegado: todo lo que es simbólico ya no tiene ningún sentido dejando paso a la realidad, a la esencia. Los símbolos del Templo y del sábado han hecho su tiempo: Jesús no profana, simplemente va más allá. Habiendo sido superados los símbolos, se implementa la liberación del ser humano. En las sociedades muy simbólicas como la judía, sucede que – quién sabe por qué razones – que los símbolos, a un cierto punto, se vuelven más importantes que las mismas personas hasta el punto de aplastarlas. Con la llegada del Mesías en la historia, la persona ya no está al servicio del sábado, sino el sábado está al servicio del ser humano.

Por estas razones, la predicación y la vida pública de Jesús están en constante conflicto con los hombres de la ley, cuya religiosidad resulta ser una sucesión asfixiante de ritos y ceremonias, que eventualmente se convierten en una herramienta de opresión del hombre por el hombre. Parecerían ser problemas exclusivos de la sociedad judía de Jesús, si no fuera por el hecho que en nuestro tiempo han nacido otros símbolos. Hoy en día, el ser humano está casi atrapado por la burocracia, el progreso tecnológico, el culto de tener, por la búsqueda de la cantidad a expensas de la calidad, del culto de la imagen a expensas de la sustancia. Incluso hoy en día, el ser humano necesita ser liberado de todos estas limitaciones simbólicas, para vivir de una manera más real, más justa, más libre y más grande. Jesús es liberador no sólo del pecado, sino también de todas estas esclavitudes sociales que nos aferran por todos lados.

¿Cómo se puede ser libre de todas estas influencias? En el flujo de la vida cotidiana esto parece muy difícil, pero en nuestro mundo interior, el Señor lo hace posible porque el ser humano no es un esclavo si es libre de pensar, soñar, esperar, creer, rezar y trabajar por un mundo diferente.

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