ESFL085

Octava de Pascua – Jueves

Testigos de la Resurrección

Jesús se apareció en medio de ellos [los discípulos] y les dijo: «La paz esté con ustedes». Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: «¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean… Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies. Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: «¿Tienen aquí algo para comer?».  Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; él lo tomó y lo comió delante de todos. Después les dijo: «Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos». Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: «Así esta escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto. Lc 24,35-48

La tumba dejada vacía por Jesús y el acontecimiento de la resurrección dio la bienvenida con alegría a unos pocos y fue ocasión de preocupación para autoridades religiosas, y para toda Jerusalén. Los apóstoles se habían encerrado en el cenáculo, no sólo para compartir la alegría del evento, sino también darse ánimo unos a otros, esperando que la situación se normalizara de nuevo y poder salir de las calles. En este contexto Jesús se les aparece y le dice: «La paz esté con ustedes», seguido por varias expresiones y comportamientos que tienen el fin de hacerlos salir de su miedo: «¿Por qué están turbados… soy yo mismo. Tóquenme y vean ¿Tienen aquí algo para comer?». Entonces, después de abrir sus mentes para comprender la  Escrituras, en los que les había anunciado su muerte y resurrección, confía a los apóstoles la Gran Misión para ser testigos, comenzando desde Jerusalén.

¿Qué? Es desde Jerusalén de donde debemos comenzar toda la confusión que hay ahí afuera? ¿No podríamos empezar con en lugares seguros?, habrán pensado ellos en sus corazones. Es claro que es en Jerusalén, donde comenzarán ellos a dar su testimonio de Jesús. El hecho me recuerda a mi amigo Mateo que, al ser convertido al evangelio hacía poco, empezó a hablar de su alrededor, tratando de no hacerlo  en la familia, que había recibido su conversión como una extravagancia.  “No, no – le dijo su padre, Fausto, Misionero Comboniano – comienza a hablar a tu propia familia «. También nosotros, que rezamos juntos desde hace algún tiempo y hemos dado testimonio de nuestra fe, creemos que es ahora el tiempo de presentarnos más como testigos de la resurrección. Tenemos que revivir la evangelización, sobre todo los laicos y las familias cristianas. Basta empezar a vivir la espontaneidad con nuestra fe y el Espíritu Santo hará el resto.

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