ESFL156

V semana del Tiempo Ordinario – Viernes

La curación del sordomudo

Cuando Jesús volvía de al región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis. Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos. Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y dijo: «Efatá», que significa: «Abrete». Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente. Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de la admiración, decían: «Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos».Mc 7,31-37


Antes de realizar el milagro de la curación de este sordomudo Jesús lo lleva a un lugar apartado. La razón no es, como generalmente Él hacía,  la de evitar los  fáciles entusiasmos de la multitud, sino para aislar a este hombre que podrá oír y tocar lo que en ninguna parte del mundo se puede hacer: el misterio de la persona de Jesús. Esta curación de Jesús se lleva a cabo en dos etapas: el sordomudo primero es sanado en el oído y luego  en el habla, porque sólo el que es capaz de escuchar es justo que pueda hablar. El milagro,  sin embargo, es precedido por un hecho: Jesús suspira, y con este suspiro le da el Espíritu Santo, para que  ese hombre pueda escuchar y hablar “normalmente“, que, teológicamente,significa escuchar y proclamar con sabiduría celestial los misterios del reino de los cielos. Esto es lo que debemos hacer también nosotros cuando nos acercamos a las Sagradas Escrituras: orar e invocar al Espíritu Santo para escuchar, antes de reflexionar y de hablar sobre los misterios de Dios. Sólo de esta manera podemos distribuir con sabiduría a los demás el pan de la Palabra recibida, como el sacerdote lo hace en el altar con el pan eucarístico. Es una comunicación que se establece entre Dios y el hombre, dónde, quién escucha y después  habla, tiene que fungir sólo de cable conductor,  oponiendo la menor resistencia posible a la transmisión del mensaje, como sucede con la electricidad. Como en la energía eléctrica la calidad de la trasmisión de la misma está garantizada por la conductividad, en el caso del pensamiento de Dios está garantizada  por la santidad. Pero las obras y el estilo de vida de la persona que escucha y transmite el pensamiento de Dios,pueden molestar siempre algo a la  comunicación del mensaje, por lo que se vuelve necesario antes de escuchar la palabra de Dios y de hablar, invocar el Espíritu Santo, para que la gracia de Dios supla a la  falta de santidad y así el mensaje pueda ser transmitido con más fidelidad.

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