ESFL135

II semana del Tiempo Ordinario – Viernes

El primer vagido de la Iglesia 

Después subió a la montaña y llamó a su lado a los que quiso. Ellos fueron hacia él, y Jesús instituyó a doce para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con el poder de expulsar a los demonios. Así instituyó a los Doce: Simón, al que puso el sobrenombre de Pedro; Santiago, hijo de Zebedeo, y Juan, hermano de Santiago, a los que dio el nombre de Boanerges, es decir, hijos del trueno; luego, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Tadeo, Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó.   Mc 3,13-19

El pasaje de hoy habla del nacimiento del nuevo pueblo de Dios que, con el tiempo, será llamado a abrazar todas las naciones: es la raíz del viejo árbol, de la que surgirá uno nuevo, profetizado en el Libro de Daniel: «Yo contemplaba en mi lecho las visiones de mi imaginación: Vi un árbol gigantesco en el centro de la tierra. El árbol creció y se volvió corpulento; su altura llegaba hasta el cielo y se lo veía desde los extremos de toda la tierra»(Dn 4,7-8). Es el nacimiento de la Iglesia. Para crear este pueblo nuevo, Jesús llama a sí doce hombres y los conduce a la montaña, fuera del contexto de la vieja creación. Son gente común: Pedro, Andrés, Santiago y Juan eran pescadores, Simón el zelote un revolucionario, Mateo un colaborador de los romanos,Felipe y Bartolomé dos simplones , Tomás no es ciertamente un idealista, Judas Tadeo y Santiago de Alfeo son dos personas normales de las cuales se habla poco en los Evangelios, y Judas, que piensa sólo en volverse rico. No es importante lo que son, sino lo que serán después de haber vivido con Jesús durante tres años, de haber visto sus milagros y de haber escuchado las revelaciones de los misterios del Reino, después de haber participado a la experiencia de la cruz y de haber sido testigos de la resurrección y después de haber recibido el Espíritu Santo en Pentecostés. El programa de formación de Jesús es muy simple: en primer lugar estar con Él, para luego ir a predicar. Éste será el programa de la Iglesia de todos los tiempos y  de todo misionero. Hoy en día, estar con Él significa estar juntos como Iglesia, recibir los sacramentos, orar y meditar en el silencio las Sagradas Escrituras. Dice Adrienne von Speyer, una mística del siglo pasado: «En el silencio está la plenitud perfecta. En el silencio el creyente es acogido en el Ser del Padre. En el silencio del cristiano se realiza el encuentro íntimo entre el Creador y la criatura.» Hoy en día ésta es la manera de salir del mundo, subir a la montaña y dejarse crear de nuevo. Entonces, como nuevas criaturas, podremos ir en misión,proclamar su evangelio y testimoniar nuestra resurrección: sólo si el mundo verá nuestra resurrección podrá creer en la resurrección de Jesucristo. Pero tenemos que  hacerlo como Iglesia, no sólo como individuos.No es un programa de estudio, es una forma de vida.

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