ESFL348

XXXIII semana del Tiempo Ordinario – Jueves

El demonio destruye siempre

Cuando estuvo cerca y vio la ciudad, se puso a llorar por ella, diciendo: «¡Si tú también hubieras comprendido en ese día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos. Vendrán días desastrosos para ti, en que tus enemigos te cercarán con empalizadas, te sitiarán y te atacarán por todas partes. Te arrasarán junto con tus hijos, que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has sabido reconocer el tiempo en que fuiste visitada por Dios». Lc 19,41-44.

Jesús llora porque prevé lo que sucedería a Jerusalén treinta y siete años más tarde, en el año 70 d.C., cuando el ejército romano, por orden del emperador Tito el templo fue destruido y toda la ciudad, no quedando piedra sobre piedra. “Esto sucederá – dice e Señor Jesús, porque Jerusalén no ha reconocido el “tiempo en que fue visitada” por el Señor”. Jesús llora porque no puede hacer nada para impedir aquella destrucción, ni siquiera una oración al Padre, porque el demonio  tiene también sus derechos, y dado que Jerusalén ha rechazado a Jesús de Nazaret como Mesías, pretende que sea destruida. Y cuando el demonio ejercita sus derechos, destruye, porque él sabe sólo destruir y lo hace con gusto. La destrucción lo satisface pero sólo por un instante, después destruye de nuevo, como sucede con los drogados, en quienes el efecto de la droga sura un poco y después se droga de nuevo, siempre my siempre con más frecuencia. Bastaría esta identidad de comportamiento para darse cuenta de que la droga es el medio más difundido con el que el demonio destruye. El demonio usa otros métodos de destrucción, por ejemplo, el apego al dinero, al sexo, como fin a sí mismo, el cigarro, el alcohol, el odio y la venganza. También el comer demasiado, más de lo necesario, puede ser una droga y, consiguientemente, una manifestación del demonio. Así como la destrucción tiene como sugerente al demonio, así la paz, el amor, y el perdón tienen como inspirador al Señor. Jesús es impotente de frente a la destrucción de quien lo rechaza, pero lo puede todo con los que lo aceptan como Señor. La Providencia, la paz, la consolación, la alegría, el equilibrio, la misericordia, el buen sentido, el deseo de compartir, el sentido de la medida en el obrar y en el hablar, son todas manifestaciones que nos vienen con la bendición del Señor. No hemos visto nunca ningún hombre de Dios alterarse, exagerar o perder el equilibrio, mientras que conocemos muchas personas de vez en cuando le sopla el viento en la cabeza, pierde el auto control y se abandona a comportamientos ilógicos y dañinos para ellos y para el prójimo. También el soplar del viento en la cabeza puede ser una manifestación del demonio, que obra siempre en los puntos más débiles de las personas. El Señor no puede hacer nada, para quienes lo rechazan, como no ha podido hacer nada para impedir la destrucción de Jerusalén.

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