ESFL295

XXVI semana del Tiempo Ordinario – Lunes

La iglesia de Jerusalén

La palabra del Señor llegó en estos términos: Así habla el Señor de los ejércitos: Siento un gran celo por Sión y ardo de pasión por ella. Así habla el Señor: Yo he vuelto a Sión, y habitaré en medio de Jerusalén. Jerusalén será llamada «Ciudad de la Fidelidad»…. Los ancianos y las ancianas se sentarán de nuevo en las plazas de Jerusalén, cada uno con su bastón en la mano, a causa de sus muchos años. Las plazas de la ciudad se llenarán de niños y niñas, que jugarán en ellas. Si esto parece imposible a los ojos del resto de este pueblo, ¿será también imposible para mí? …. Yo salvo a mi pueblo de los países del oriente. y de los países donde se pone el sol. Los haré volver y habitarán en medio de Jerusalén. Ellos serán mi Pueblo, y yo seré su Dios, en la fidelidad y en la justicia. Zc 8,1-8

Estamos en el 520 a.C. La misión del profeta Zacarías se dirige a los refugiados que regresan de Babilonia, asegurándoles de la benevolencia del Señor. El templo ya fue reconstruido, pero el pueblo ni ve las señales de la bendición de Dios sobre la grande obra llevada a cabo, que se esperaba. Entonces, en el texto de Zacarías tiene, para el pueblo desesperado, palabras de consuelo, anunciando toda una serie de visiones mesiánicas de la vida futura de Jerusalén: «será llamada “ciudad fiel”, los ancianos se sentarán en sus plazas… las plazas se llenarán de niños y de niñas».  Es la visión de una Jerusalén serena sin tensiones, pacificada. No es una ciudad apocalíptica, porque la profecía se refiere a una situación que habrá de verificarse en la historia. «He aquí: Yo salvo a mi pueblo.., ellos serán mi pueblo y Yo seré su Dios, en la fidelidad y en la justicia».

Si, leyendo este texto de Zacaría, pensamos en la historia de Jerusalén en el curso de los siglos, debemos constatar que esta profecía no se ha cumplido todavía. En nuestros días la «Ciudad» se la contienden las tres religiones: la cristiana, la hebrea y la musulmana, y políticamente está en guerra entre Israel y los palestinos. Es una polvareda. Sin embargo, la profecía de Zacaría es Palabra de Dios, y vendrá el día en que los ancianos se sentarán en sus plazas a conversar, mientras los jóvenes jugarán entre ellos mismos. Esto podrá suceder sólo si los hebreos reconocerán a Jesús como Mesías y las tres religiones monoteístas lo reconocerán al mismo Dios de Jesucristo. En aquel momento el Vaticano se trasferirá y nacerá la Iglesia de Jerusalén. Es un sueño, pero nada es imposible a Dios.  

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